Colegio Constitución
Coordinadora Técnica
¿Qué hay detrás de nuestras creencias?:
Efectos de los preconceptos en la motivación y rendimiento escolar.
Con el transcurso de los años y de la mano de la investigación pedagógica, hemos ido aprendiendo que la comprensión y enseñanza de los procesos cognitivos, así como el aprendizaje y la memoria, requieren de la consideración de los factores socioemocionales de nuestros estudiantes y si bien, lo señalado no reviste novedad alguna, no es menos cierto que hay distinciones que vale la pena esclarecer, para comprender porqué con un número no menor de ellos, las diversas estrategias metodológicas no surten ningún efecto o peor aún, porqué con estudiantes realmente motivados por mejorar sus aprendizajes podemos no tener buenos desempeños.
La investigación pedagógica indica que tanto factores modulares del aprendizaje como lo son los climas de aula emocionalmente sanos, no coercitivos y el diseño de actividades que despierten el interés por aprender y lograr un aprendizaje significativo, así como la enseñanza del reconocimiento y gestión de las propias emociones asociadas al aprendizaje, son claves, para que los estudiantes se desarrollen personal y académicamente. Este último, a mi juicio, es un elemento muy relevante al que debemos prestar atención y comenzar a recoger la evidencia que nos reporta la práctica docente. Ruiz Martin (2021) señala que “las emociones que el estudiante experimenta durante una actividad educativa pueden favorecer o menoscabar su capacidad para aprender o para recordar lo aprendido, con independencia del tiempo o esfuerzo que invierta”. Esta consideración es muy importante, porque pone el foco de atención en el fenómeno de la motivación escolar, tema que, como bien sabemos, es bidireccional, pero que conlleva una dimensión esencialmente subjetiva, si nos detenemos en lo principal, esto es, si intentamos analizar al sujeto que aprende, es decir, a nuestros estudiantes. Son ellos los que finalmente se enfrentan al proceso de aprender y en este ejercicio, más allá de sus capacidades cognitivas reales, muchos de ellos poseen preconcepciones, asociadas a valores y expectativas de, por ejemplo, cómo creen que aprenden mejor, cómo se ven a sí mismos en comparación con los demás o cuán eficaces se perciben para ejecutar las tareas, creencias que no siempre son correctas ni menos facilitan el que ellos aprendan. Este componente subjetivo de la motivación es intuitivo, se va generando en el estudiante a causa de diversos factores y muchas veces, es bastante más poderoso que todo el trabajo objetivo, concreto y real que el estudiante realiza. Tener conciencia de él nos ayuda a trabajar con las percepciones que los alumnos tienen sobre su propio desempeño, sobre los valores que le confieren al trabajo sistemático, al esfuerzo para conseguir una meta, a la posibilidad de equivocarse, al valor de saber levantarse e intentar mejorar nuevamente, entre muchas otras.
En este sentido, si nuestros estudiantes no aprenden a gestionar sus emociones frente al aprendizaje, si creen que no poseen habilidades para una determinada asignatura o creen que las que poseen son deficientes y que no las podrán cambiar, al estilo de “yo nací malo para el inglés” o “en mi familia todos somos malos para leer”, e inclusive “yo ya no puedo mejorar más, haga lo que haga, mi resultado siempre será el mismo”, entonces, esos estudiantes tendrán un grado de control muy bajo sobre su propio desempeño e independiente de los otros factores coadyuvantes del aprendizaje, terminarán desistiendo, resignándose o peor aún, delegando en factores externos como el azar o terceros (y no en ellos mismos), el éxito o fracaso de sus desempeños. En otras palabras, pese a poder desarrollarse en climas de aprendizaje positivos, que alientan el esfuerzo o enfrentarse a tareas desafiantes, si ellos se llenan de creencias erróneas sobre sus propias capacidades o desestiman el valor del esfuerzo y del trabajo constante como medios para lograr aprender, será muy difícil erradicar el desinterés, la desmotivación y el nefasto ciclo de la baja autoestima escolar.
Las emociones, las expectativas, las valoraciones asociadas al aprendizaje forman parte de la motivación escolar y ésta, a su vez, es un elemento crucial en el proceso educativo.
Líneas atrás comentaba que la construcción de estas percepciones por parte de los estudiantes se debía a diversos factores, entre ellos, podemos mencionar el entorno, del cual, todos quienes estamos involucrados en dicho proceso, somos parte. Tanto profesores como padres y apoderados debemos promover la motivación de nuestros estudiantes e hijos, fomentando un ambiente de aprendizaje positivo, tanto en el colegio como en casa, donde se valore el esfuerzo y se celebren los logros, donde se vuelva a cultivar una curiosidad genuina y el deseo por aprender; enseñándoles, por ejemplo, cómo manejar la frustración cuando se equivocan, a resignificar el error con un sentido de oportunidad y no de fracaso, a estimular su interés por aprender, mejorar y superarse; en otras palabras, fomentando espacios de desarrollo y de colaboración entre todos.
Asimismo, es fundamental que nuestros estudiantes comprendan que la motivación se cultiva y se desarrolla desde las propias concepciones. El mantener en la mente mensajes positivos y no auto flagelantes sobre sus capacidades y el propio desempeño, es parte de una cultura que debemos instalar. De igual manera, el trabajar con metas claras y alcanzables, juega un papel crucial en la motivación, ya que permite ir alcanzando logros pequeños, en corto tiempo, y a la vez, permite al estudiante experimentar la sensación de logro, estimulándolo a seguir mejorando y avanzando. Este ciclo virtuoso es clave para aumentar el interés y el compromiso por parte de los estudiantes, al mismo tiempo que nos permite como adultos (profesores y padres) ir ofreciendo opciones y mayores grados de autonomía, retroalimentación constructiva y positiva. Todos, elementos que crean un entorno más inspirador en el que podemos apoyar a que nuestros estudiantes e hijos encuentren o se reencuentren con esa pasión por aprender y se conviertan en aprendices de por vida.
Carmen Gloria Núñez Avendaño.
Coordinadora Técnica
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Ruiz Martin, Héctor (2021): ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. International Science Teaching Foundation (ISTF). Colección “Educación basada en evidencias”. Serie “Fundamentos de la Educación”. Ed. Graó,de IRIF, S.L.Barcelona.3° edición. 2021.